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Antropología filosófica - Ernst Cassier

Lectura recomendada por la Cátedra


ERNST CASSIRER
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

Introducción a una filosofía de la cultura
Título de esta obra en inglés : Essay on man. © 1967 Yale University Press, New Haven, Connecticut.
Traducción al español: EUGENIO ÍMAZ
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA. MEXICO. 1968                                                                                                                             


“El hombre no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este universo, forman los distintos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana. Todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica. En lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido, conversa constantemente consigo mismo. Se ha envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, en tal forma que no puede ver o conocer nada sino a través de la interposición de un medio artificial. (pág. 26).

“Lo que perturba y alarma al hombre – dice Epícteto-, no son las cosas sino sus opiniones y figuraciones sobre las cosas”. (pág.27).

“La razón es un término verdaderamente inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad, pero todas estas formas son formas simbólicas. Por lo tanto, en lugar de definir al hombre como un animal racional lo definiremos como un animal simbólico. De este modo podemos designar su diferencia específica y podemos comprender el nuevo camino abierto al hombre: el camino de la civilización.” (Pág. 27)

Según Wolfe, los resultados de diversos y prolongados experimentos de aprendizaje han demostrado
que en el comportamiento de los monos antropoides tienen lugar los procesos simbólicos. (pág. 28).

Debemos intentar encontrar el orden y las correlaciones de sus elementos constitutivos; por decirlo así, tenemos que distinguir las diversas capas geológicas del lenguaje. La primera y fundamental es, sin duda, el lenguaje emotivo; una gran porción de toda expresión humana corresponde todavía a esta capa. Pero existe una forma de lenguaje que nos muestra un tipo bien diferente; la palabra ya no es una mera interjección, no es una expresión involuntaria del sentimiento, sino parte de una
oración que posee una estructura sintáctica y lógica definidas. Es cierto que ni en el lenguaje altamente desarrollado, en el lenguaje teórico, se ha roto por completo la conexión con el primer elemento. Apenas si podemos encontrar una frase, exceptuando acaso los puros enunciados formales de las matemáticas, que no lleve algún tinte sentimental o emotivo. (Pág. 29). Es cierto que ni en l lenguaje altamente desarrollado, en el lenguaje teórico, se ha roto por completo la conexión con el primer elemento. Apenas si podemos encontrar una frase, exceptuando acaso los puros enunciados formales de las matemáticas, que no lleve algún tinte sentimental o emotivo. En el mundo animal encontraremos en abundancia analogías y paralelos con el lenguaje emotivo. Por lo que respecta a los chimpancés, Wolfgang Koehler nos dice que consiguen un grado considerable de
expresión por medio de gesticulaciones. La rabia, el terror, la desesperación, el disgusto, la solicitud, el deseo, las ganas de jugar y la satisfacción son expresados en esta forma. Sin embargo, falta un elemento que es característico e indispensable en todo lenguaje humano: no encontramos signos que posean una referencia objetiva o sentido. (pág. 30)

Aquí tocamos en el punto crucial de todo nuestro problema. La diferencia entre el lenguaje preposicional y el lenguaje emotivo representa la verdadera frontera entre el mundo humano y el animal. Todas las teorías y observaciones concernientes al lenguaje animal a las que se les escapa el reconocimiento de esta diferencia fundamental carecen de significación.  En toda la abundante
bibliografía sobre la materia no parece haber prueba concluyente de que ningún animal diera jamás este paso decisivo de lo subjetivo a lo objetivo, del lenguaje afectivo al lenguaje proposicional. Koehler insiste enérgicamente en que el lenguaje se halla definitivamente fuera del alcance del mono antropoide.  Sostiene que la falta de ese recurso técnico inestimable y la gran limitación de
esos componentes tan importantes del pensamiento, las llamadas imágenes, constituyen las causas que impiden que el animal logre jamás un inicio de desarrollo cultural.20 A la misma conclusión llega Révész. El lenguaje, afirma, es un concepto antropológico que, por lo tanto, tiene que ser enteramente descartado del estudio de la psicología animal. Si partimos de una definición clara y precisa del lenguaje, resultan automáticamente eliminadas todas las otras formas de expresión que encontramos también en los animales. (Pág. 30)

No hay que confundir la cuestión genética con la cuestión analítica y fenomenológica. El análisis lógico del lenguaje humano nos conduce siempre a un elemento de importancia primordial que no encuentra paralelo en el mundo animal. (pág. 31)

A los fines de una exposición clara del problema y que distinguir cuidadosamente entre signos y símbolos. Parece un hecho comprobado que se da un complejo sistema de signos y señales en la
conducta animal, y hasta podemos decir que algunos animales, especialmente los domesticados, son extremadamente susceptibles a ellos.23 Un perro reaccionará a los cambios más pequeños en la conducta de su dueño; alcanzará a distinguir las expresiones de un rostro o las modulaciones de una voz humana. 24 Pero hay una distancia inmensa desde estos fenómenos a la inteligencia del lenguaje simbólico y humano. Los famosos experimentos de Pávlov prueban solamente que los animales pueden ser entrenados con facilidad para reaccionar no sólo a los estímulos directos sino a toda suerte de estímulos indirectos o representativos. Una campana, por ejemplo, podrá convertirse en una "señal para comer" y un animal (Pág. 31) puede ser entrenado a no tocar su alimento si no se produce esta señal. Esto nos dice, tan sólo, que el experimentador ha conseguido en ese caso cambiar la "situación de alimento" del animal; la ha complicado introduciendo deliberadamente en ella un nuevo elemento. Todos los fenómenos descritos comúnmente como reflejos condicionados no sólo se hallan muy lejos sino en oposición con el carácter esencial del pensamiento simbólico humano; los símbolos, en el sentido propio de esta palabra, no pueden ser reducidos a meras señales. Señales y símbolos corresponden a dos universos diferentes del discurso: una señal es una parte del mundo físico del ser; un símbolo es una parte del mundo humano del sentido. Las señales son "operadores"; los símbolos son "designadores".25 Las señales, aun siendo entendidas y utilizadas como tales, poseen, no obstante, una especie de ser físico o sustancial; los símbolos poseen únicamente un valor funcional Si tenemos presente esta distinción podremos abordar uno de los problemas más controvertidos. (Pág. 32)

Si entendemos por inteligencia la adaptación al medio ambiente o la modificación adaptadora del (Pág. 32) ambiente tendremos que atribuir al animal una inteligencia relativamente muy desarrollada.(pág. 33)

Por eso, algunos psico-biólogos no dudan en hablar de una imaginación creadora o constructiva de los animales. Pero ni esta inteligencia ni esta imaginación son del tipo específicamente humano. En resumen podemos decir que el animal posee una imaginación y una inteligencia prácticas, mientras que sólo el hombre ha desarrollado una nueva fórmula: inteligencia e imaginación simbólicas. (pág. 33)

Para llegar a esta inteligencia la criatura tiene que hacer un descubrimiento nuevo, mucho más
Importante: tiene que comprender que cada cosa tiene un nombre, que la función simbólica no se halla restringida a casos particulares sino que constituye un principio de aplicabilidad universal que abarca todo el campo del pensamiento humano. En el caso de Helen Keller este descubrimiento se produjo como un choque súbito. (34)

El principio del simbolismo, con su universalidad, su validez y su aplicabilidad general, constituye la palabra mágica, el "sésamo ábrete" que da acceso al mundo específicamente humano, al mundo de la cultura. (Pág. 35)

La cultura deriva su carácter específico y su valor intelectual y moral no del material que la compone sino de su forma, de su estructura arquitectónica (…)  Lo que vitalmente importa no son los ladrillos y las piedras concretos sino su función general como forma arquitectónica. (Pág. 35)

Una de las mayores prerrogativas del simbolismo humano es la aplicabilidad universal, debida al hecho de que cada cosa posee un nombre. Pero no es la única. Existe otra característica de los símbolos que acompaña y completa a ésta y forma su necesario correlato. Un símbolo no sólo es universal sino extremadamente variable. Puedo expresar el mismo sentido en idiomas diversos y, aun dentro de los límites de un solo idioma, una misma idea o pensamiento puede ser expresada
en términos diferentes. (Pág. 35)

Un símbolo humano genuino no se caracteriza por su uniformidad sino por su variabilidad. No es rígido o inflexible sino móvil. Es verdad que el darse cuenta plena de esta movilidad parece ser, más bien, un logro tardío en el desarrollo intelectual y cultural del hombre; la mentalidad primitiva raramente se percata de esto. El símbolo sigue considerado como una propiedad de la cosa, o igual que otras propiedades físicas. En el pensamiento mítico, el nombre de un dios es parte integral de
su naturaleza. Si no invoco al dios con su debido nombre la invocación resulta inoperante. Lo mismo ocurre con las acciones simbólicas. Un rito religioso, un sacrificio, tendrán que ser realizados siempre de la misma manera y con el mismo orden si quieren tener éxito.31 Los niños se quedan a menudo muy perplejos cuando se dan cuenta por primera vez que no todo nombre de un objeto es un nombre propio y que la misma cosa puede tener nombres diferentes en idiomas diversos. Propenden a pensar que una cosa "es" lo que se la llama. Mas esto representa sólo el primer paso. Todo niño normal aprenderá muy pronto que puede usar varios símbolos para expresar el mismo deseo o pensamiento. Es obvio que en el mundo animal no existe paralelo para esta variabilidad y movilidad. (Pág. 36)

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